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abril 21, 2014

Todo se estrecha hacia el medio, encoge. Se llevó el cortauñas, las servilletas de tela, no se llevó las toallas, ni el microondas, ni la cafetera. Salió corriendo y se dejó libros, sábanas y una cámara.

Esto era el agujero y la luz empezaba a colarse por las grietas.

El vacío se respiraba por los rincones y la piel dolía por ausencia.

Ambos sabíamos que no hay horizonte, que una vez empezada esta ruta el manual se resquebraja.

La debilidad hecha levadura que fermenta.

Respirará.

Te digo algo y tu silencio es inmenso y quiero despedirte y ya no estás. Sólo me quedan deudas, obligaciones y dinero triturado. Lo mundano asecha.

Vestido de domingo para ir a mendigarle a la burocracia.

Suena Pearl Jam y el pasado adolescente se hace vísceras.

El aire sigue ahí afuera, intacto.

Esperanzas sepultadas que despiertan y arrancan el polvo de las almas.
Bisagras.

Otro ciclo de soledad regocijada.

Sientes el consumo dentro de ti, sientes como va apretándote el cuello.

Respirará.

Pero el vacío te mira triste en el espejo, y el horizonte te guiña un ojo desde el futuro y sabes que hay algo que quedo intacto, pero aún no puedes señalarlo, sabes que tarde o temprano se hará tumor, se hará sentir entre tus carnes y tu metamorfosis de papel explotará como confeti.
Respirará.
La vista se nubla.

Era un huevo, crujía y dejaba pasar el sol.